Miércoles, abril 22, 2009
Por Carlos paulino
Cada día que pasa los niños (as) y jóvenes ven la escuela más arrinconada, un lugar pesado, aburrido, poco inspirador que en la mayoría de los casos no sabe lo que estos quieren, buscan o necesitan para poner a volar su creatividad. Es como si los educadores
Dominicanos no conociéramos la realidad en que está inmersa nuestra nación y el mundo, los grandes avances y actualizaciones que sufre el entorno en que se desarrolla la escuela, o quizás sí, lo conocemos, pero se nos hace difícil procesarlos, adecuarnos, adaptarnos, convivir con estos y de pronto aplicarlos al proceso educativo.
Los niños (as) y jóvenes sienten la escuela como “Un Lugar Escondido” en un pequeño rincón de la sociedad, unas veces estática a la que deben asistir por una obligación paternal o maternal. La escuela debe ser un espacio libre donde se pueda adquirir conocimientos, debe convertirse en un mundo donde la imaginación, creatividad, adquisición de conocimientos y participación sean el eje central que impulsa e impera en cada uno de los que la componen (docentes, personal administrativo, padres, madres, tutores, personal de apoyo, conserje, y sobre todo los niños (as) y jóvenes) sin dejar a un lado la sociedad, la comunidad, lugar que ha de convertirse en escuela cada día.
Eugenio María de Hostos creía firmemente en que la escuela debe tener una acción directa sobre la mente de la niñez y la adolescencia y “por acción refleja sobre la inteligencia popular “. No es el medio quien debe influenciar a la escuela, es la escuela quien debe accionar de forma directa y precisa sobre el medio, como parte fundamental de éste.
¿Es la sociedad o la familia culpable de lo que pasa con los niños (as) y jóvenes por durar más tiempo con éstos? Puede que la familia sea el núcleo o pilar de la sociedad, pero la escuela es, sin lugar a duda, el espacio donde debemos aprender a modelar estas familias en valores y civismo, es el pulmón, cerebro y corazón de la sociedad, un lugar social y abierto para construir caminos, sueños y esperanzas. La escuela es la encargada de fortalecer la integridad de los niños (as) y jóvenes que formarán las familias del mañana, que comprendan su valor como seres humanos y que vean a los demás como tal.
Al respecto expresa Simón Rodríguez: la escuela debe vincularse a la producción, debe ser al mismo tiempo que un lugar de transmisión de conocimientos, un taller, un espacio para el trabajo y la creación donde se educa “un hombre distinto con otra capacidad de pensar y otra posibilidad de hacer”.
El docente ha de lograr que la familia sea escuela, que la sociedad o comunidad sea escuela y “que la escuela sea escuela” ¿Acaso vive el docente en un mundo diferente al de niños (as) y jóvenes?, La sociedad es una selva de valores y actitudes exuberantes que deben ser encaminados a elevar el ser humano, pero si nos descuidamos, si nos olvidamos que estamos a diario en contacto con lo que los niños (as) y jóvenes están viviendo, entonces el tiempo de los biomas desérticos de antivalores ganará terreno. “Debemos tomar un martillo (el de la fe, la paciencia, humildad, conocimiento, sabiduría y experiencia) y martillarlos hasta transformarlos”, Hostos.
Ángel R. Villarini en su libro Teoría y Práctica del Pensamiento Sistemático y Crítico asevera sobre el ideal Hostosiano: “el ideal educativo Hostosiano es la formación del ser humano pleno en razón, sensibilidad y voluntad entregado a la causa de la patria chica que es la nación y la patria grande que es la humanidad”
Los docentes debemos aterrizar en la escuela y así mismo la escuela en la sociedad, quitarse los guantes, el traje y los lentes que nos hacen creer y sentir una raza diferente a la de los niños (as) y jóvenes, convertirnos en parte de su mundo, de su sociedad o comunidad, de su familia; convertirnos en la escuela y solo así dejará de ser para ellos “Un Lugar Escondido”.
Por Carlos paulino
Cada día que pasa los niños (as) y jóvenes ven la escuela más arrinconada, un lugar pesado, aburrido, poco inspirador que en la mayoría de los casos no sabe lo que estos quieren, buscan o necesitan para poner a volar su creatividad. Es como si los educadores
Dominicanos no conociéramos la realidad en que está inmersa nuestra nación y el mundo, los grandes avances y actualizaciones que sufre el entorno en que se desarrolla la escuela, o quizás sí, lo conocemos, pero se nos hace difícil procesarlos, adecuarnos, adaptarnos, convivir con estos y de pronto aplicarlos al proceso educativo.
Los niños (as) y jóvenes sienten la escuela como “Un Lugar Escondido” en un pequeño rincón de la sociedad, unas veces estática a la que deben asistir por una obligación paternal o maternal. La escuela debe ser un espacio libre donde se pueda adquirir conocimientos, debe convertirse en un mundo donde la imaginación, creatividad, adquisición de conocimientos y participación sean el eje central que impulsa e impera en cada uno de los que la componen (docentes, personal administrativo, padres, madres, tutores, personal de apoyo, conserje, y sobre todo los niños (as) y jóvenes) sin dejar a un lado la sociedad, la comunidad, lugar que ha de convertirse en escuela cada día.
Eugenio María de Hostos creía firmemente en que la escuela debe tener una acción directa sobre la mente de la niñez y la adolescencia y “por acción refleja sobre la inteligencia popular “. No es el medio quien debe influenciar a la escuela, es la escuela quien debe accionar de forma directa y precisa sobre el medio, como parte fundamental de éste.
¿Es la sociedad o la familia culpable de lo que pasa con los niños (as) y jóvenes por durar más tiempo con éstos? Puede que la familia sea el núcleo o pilar de la sociedad, pero la escuela es, sin lugar a duda, el espacio donde debemos aprender a modelar estas familias en valores y civismo, es el pulmón, cerebro y corazón de la sociedad, un lugar social y abierto para construir caminos, sueños y esperanzas. La escuela es la encargada de fortalecer la integridad de los niños (as) y jóvenes que formarán las familias del mañana, que comprendan su valor como seres humanos y que vean a los demás como tal.
Al respecto expresa Simón Rodríguez: la escuela debe vincularse a la producción, debe ser al mismo tiempo que un lugar de transmisión de conocimientos, un taller, un espacio para el trabajo y la creación donde se educa “un hombre distinto con otra capacidad de pensar y otra posibilidad de hacer”.
El docente ha de lograr que la familia sea escuela, que la sociedad o comunidad sea escuela y “que la escuela sea escuela” ¿Acaso vive el docente en un mundo diferente al de niños (as) y jóvenes?, La sociedad es una selva de valores y actitudes exuberantes que deben ser encaminados a elevar el ser humano, pero si nos descuidamos, si nos olvidamos que estamos a diario en contacto con lo que los niños (as) y jóvenes están viviendo, entonces el tiempo de los biomas desérticos de antivalores ganará terreno. “Debemos tomar un martillo (el de la fe, la paciencia, humildad, conocimiento, sabiduría y experiencia) y martillarlos hasta transformarlos”, Hostos.
Ángel R. Villarini en su libro Teoría y Práctica del Pensamiento Sistemático y Crítico asevera sobre el ideal Hostosiano: “el ideal educativo Hostosiano es la formación del ser humano pleno en razón, sensibilidad y voluntad entregado a la causa de la patria chica que es la nación y la patria grande que es la humanidad”
Los docentes debemos aterrizar en la escuela y así mismo la escuela en la sociedad, quitarse los guantes, el traje y los lentes que nos hacen creer y sentir una raza diferente a la de los niños (as) y jóvenes, convertirnos en parte de su mundo, de su sociedad o comunidad, de su familia; convertirnos en la escuela y solo así dejará de ser para ellos “Un Lugar Escondido”.
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