Aún veo en tí los días que te amé, uno tras otro, huellas tras huellas. Aún tú, pequeño milagro, suscitas mis deseo; es que tu olor a año nuevo rumora la felicidad de lo que un día vivimos. Tu sonrisa comprimida en la chiquillada de una flor antillana, se cargó de pecados ingenuos que nunca logre entender. Veo forjarse en tu mirada la historia de dos chiquillos pensando en lo que será, aquellos que en tu permanencia nunca tuve. Tu llegada sigilosa despierta las noches que estuvimos cuerpo a cuerpo a orillas del cielo, desbordando en sudor insaciable que siempre culminaba con una eterna canción impronunciable. Veo tus pasos emprendiendo vuelo, soñándose entre ellos, estimulando sonrisas en el dibujo facial de mi luna. Tu cuerpo jazminero ajeno al camino, se hizo sensible a la luz de la distancia donde las miradas frívolas se deshilachan, se hacen postizas en la magia de tu ego.
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